
Mientras nosotros vivimos quejándonos y preguntando cuándo llegará alguien para arreglar este país, unos 6 millones de argentinos están empeñados en trabajar en distintos ámbitos, esfuerzo que hoy conocemos como "voluntariado".
Seis millones de personas - chicos, jóvenes, adultos, veteranos - "gastan" en Argentina gran parte de sus vidas en ayudar a otros, sus hermanos. Juntan comida para los comedores o para el vecino, buscan remedios, establecen contactos para vincular a gente con gente, reúnen ropa y la ponen en condiciones para usarla otra vez y que otros vistan, cuidan niños y les dan un poco (¡muchísimo!) de amor, en fin... miles de actividades que ni nos imaginamos tantos estilos. Por ejemplo: un amigo forma parte de un grupo de voluntarios que tienen detectados dónde duermen personas abandonadas y todas las noches le llevan una cena digna. Otro, un ejecutivo de empresa, dos veces a la semana, pasa por un hogar de día para gente sin vivienda ni familias, y, a última hora, antes de llegar a casa, limpia los baños...
Estos seis millones de mujeres y hombres están realmente locos ¿verdad? Y constituyen una poderosa corriente social, silenciosa, que no tiene prensa, y que pretende tan sólo con el esfuerzo diario cambiar el mundo y dejarlo un poquito mejor de lo que lo recibieron.Cuando me amargo escuchando a un político o viendo el desastre que han producido en nuestro querido país, me consuelo pensando en los 6 millones y trato de subirme a ese tren, el tren de la Esperanza.
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