viernes, enero 02, 2009

Cómo recibí Año Nuevo

Recibimos el Año Nuevo entre brindis de helado champagne y fuegos artificiales. Los corazones entrelazados desgranaron los primeros segundos del 2009 mientras algunas parejas, lentamente, en la pista de baile, comenzaban a dibujar contornos difusos al compás de una música lejana y antigua.

La escultural morocha con la que estaba dialogando, de piernas largas y atrevidas, también se levantó a brindar con sus amigos y sentí una ausencia que en otros tiempos hubiera sido larga, muy larga, y que felizmente sólo alcanzó, ahora, a unos segundos y que me terminó de pulverizar cuando, atenta, me dijo feliz año, don Tapia.

Se abrazaban ahora con una fuerza insospechada hace unos domingos atrás cuando con bronca se tiraban a la cara sus desavenencias. Se estrechaban calurosamente como si fuese una larga despedida ante el tren de inminente partida. Frases entrecortadas despedían a ese año que les castigó recortándoles el trabajo y unas lágrimas exaltadas comenzaban a pedir piedad a este “bendecido” 2009. En fin, entrechocaban los labios de los enamorados en una ardorosa bienvenida, y los niños, vaya a saber por qué, saltaban alegres y exaltados.

Los platos, casi vacíos, con presas de pollo a medio comer, y los cubiertos, vencidos, a un costado, quedaron mudos y quietos. Los manteles desprolijos, eran los mejores testigos de la comilona y, sorprendidos, veían como llegaban el pan dulce, las garrapiñadas, la sidra, el vino tinto, el turrón de maní, el turrón de chocolate, la ensalada de frutas, el helado de limón, el champagne, y más tinto malbec.

Otros, los que comieron más rápido, giraban y reían sin cesar, entrelazando ritmos y cadencias sin parar. Eran felices y festejaban la vida.

Y así, casi sin pensar, me fuí a dormir, cansado aunque esperanzado.

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