Hacía poco que trabajaba en la antigua LV 10 y salíamos de la dolorosa Guerra de Malvinas. Nos pasamos los 74 días que duró el conflicto dentro de la radio.
Luego, ante la ostensible caída de la dictadura, y la convocatoria a elecciones para el 31 de octubre de 1983, vi azorado mis primeras campañas electorales como periodista.
Y Alfonsín ganaba fácil. Con sus manos cruzadas sobre el corazón, el logo en el centro de la bandera argentina con sus letras R.A., sus denuncias contra la dictadura y los milicos, la reivindicación de los derechos humanos, su estremecedora denuncia del pacto militar-sindical… me agitaba al compás de sus dichos y del calor popular.
Cuando terminaba sus actos recitando el preámbulo de la Constitución Nacional o cuando en medio de sus discursos llamaba a un médico indicando dónde debía ir porque alguien, entre la enorme multitud, se había desmayado, conmovía a la gente.
Claro que con el tiempo descubrí yo también que, lamentablemente, con la democracia no se comía, no se curaba, no se estudiaba… aunque eso es parte de la historia en donde se rompe el encantamiento de la gente con la política, gana terreno la televisión, se pierden los militantes de las calles, nos metemos en las casas a ver a Neustad y enrejamos todo para que no entren los ladrones.
Murió Alfonsín. Fue el único capaz de bancarse la presión militar y mandar “en cana” a los responsables de la dictadura y del horror de los desaparecidos.
Hay mucho que decir. A favor y en contra. En gran parte, fue nuestro reflejo.
miércoles, abril 01, 2009
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